PRECIOS EN CHILE: ACOSTUMBRANDANOS A PAGAR DE MAS El tema del día. La inflación sube en Chile, la UF se dispara y hoy usted debe pagar mucho más por el departamento que compró, por el crédito de consumo que pidió, o por su arriendo.
Factores de esta alza hay varios. El más relevante, los alimentos. La leche y el trigo suben en los mercados internacionales. Las verduras se van a las nubes por los caprichos de la naturaleza y las heladas del crudo invierno (el más frío que he visto pasar).
Lo de los alimentos lo entiendo, pero cada cierto tiempo no puedo dejar de sentirme estafado por los precios que se cobran por productos o servicios.
No hay que ser iluminado para saber que el costo de la banda ancha en Chile es excesivamente caro en relación a la calidad del producto. Tan penca son las compañías locales que, pasandose por la raja los estándares internacionales, inventaron la banda ancha light. Por lo menos queda el consuelo de que la legislación ayudará a regular en mercado mentiroso.
Continuemos sin desviarnos del tema. Otro ejemplo de sirvengüenzura son los precios de los conciertos. Veinte mil pesos o más por galería no es una cifra que a estas alturas suene descabellado, sino que es lo habitual para un artista top. Se me viene a la mente la última venida de U-2, cuando tuvimos el privilegio de contar con las segundas entradas más caras del tour, tras Hawai. Alguien me dijo que el cuento es parecido con la próxima venida de The Police. En fin, te sacan un ojo de la cara por el gustito pero te bombardean con promociones de 10% de descuento (que generosidad, digna de un filántropo) si compras con tal tarjeta. Y de pasada, gracias a su aporte, sigues endeudándote, y te haces más esclavo del sistema.
Los supermercados también contribuyen con los suyo, y es muy notorio en los precios de las verduras y de las carnes, las que a veces resultan un 40% más caras que en la carnicería del barrio.
Otro ejemplo. Un estudio internacional, el iPod es barato en Hong Kong, pero muy caro en Chile y Brasil. No soy fanático de Mac, pero la lógica me dice que si tenemos tratados de libre comercio con EE.UU., Japón, China, UE, y medio mundo estos aparatitos no deberían diferir mucho en los precios en relación a los países desarrollados. Pero no es así, y los señores que venden los aparatitos deben llevarse su buena utilidad gracias a tu fanatismo.
Algo pasa. Siento que hace tiempo no estamos acostumbrando a pagar montos excesivos por diferentes productos o servicios. Nos bombardean con avisos de liquidaciones, ofertas, promociones, ventas nocturnas. Te entusiasmas, vas, y te das cuenta que el producto que quieres tiene un generoso 5 o 10% de descuento, sobre un precio original inflado. Mala cosa.
Esto de las promociones me hace recordar cuando era niño y se podían canjear productos sin pagar nada. Hoy en día es más difícil. Si quieres el vaso que viene con tal bebida, tienes que juntar dos tapas y pagar “sólo” 300 pesos. Ese “sólo” es el que me revienta. Si en ningún caso te están haciendo un favor o regalando algo, porque ese estúpido vaso le costó a la empresa probablemente 50 pesos en China.
Y en la tele, te regalan una pelota y una camiseta si envías un mensaje de texto respondiendo una pregunta, a la que todos aciertan porque es absolutamente obvia. Y el concurso, que debería favorecer al concursante, termina siendo una fuente de ingresos para el canal.
Obviamente hay cosas baratas, por aquí, por allá, pero la sensación es que te meten las manos al bolsillo por todos lados. Para redondear el asunto, el mercado cuenta con una poderosa herramienta para seducir a quien no tenga plata: EL CREDITO. Usted, quizás no tenga donde caerse muerto, pero aún así, contará con financiamiento para comprar el último celular, un televisor plasma, el concierto de Luis Miguel o Julio Iglesias.
Frente a eso sólo puedo decir viva Doctor Simi, cuya llegadas remeció a las tres cadenas farmaceuticas locales. Viva Buscapé.cl, sitio nacional que permite comparar los precios de los productos en distintas tiendas. Ojalá con el tiempo pueda mencionar más iniciativas que ayuden a remecer el status quo imperante, donde la competencia parece ser un concepto acádemico más que una realidad.